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viernes, 3 de diciembre de 2010

1.4 Metzli


La mujer recordaba a la luna llena durante la medianoche. El viento mecía su cabello negro azabache, los tirabuzones le llegaban casi a la cintura. Su fría mirada estaba fija en mí, esos ojos plateado pálido con débiles destellos dorado claro, perfilados en negro. Su sonrisa afilada era hermosa y a la vez odiosa. Era delgada y poco más alta que yo. Iba ataviada con un vestido azul muy oscuro, una capa negra y unas botas también negras.
-Así que una “primeriza”, pobre Vanessa.-la miré con odio-. Cuánto has cambiado desde...
-Cállate.-le espeté.
-No, no, no. ¿Cómo le puedes hablar así a...?
-¡Que te calles joder!-grité-. ¡No tienes nada que ver conmigo!
La sonrisa se borró de su rostro y me dijo:
-Sé quién es él.-palidecí-. Un caza vampiros.
-¿Cómo sabes...?
-Eso no importa, Vanessa. Sé todo: quién es, a qué se dedica, de dónde viene y qué quiere.
-¿Qué...quiere...?-pregunté temblorosa.
Ella se inclinó hacia mí y sentí un olor acre y mareante. Sus labios se acercaron para susurrarme:
-Él ha venido a...
-¡Aléjate de ella!
La mujer se volvió. Me bloqueaba el camino, así que retrocedí hacia el saliente suspendido sobre el centro del lago, la parte más profunda y oscura...
-¡Vanessa, no!
Derek... era él. Lo sentía pero, no había otra escapatoria; además, estaba más fuerte de beber sangre.
Me lancé a las aguas, que me absorbieron, tirando de mí hacia abajo. Era increíble, me sentía indefensa, como un humano. El lago tenía más fuerza que un vampiro recién alimentado... No podía evitarlo, tenía miedo. Me hundiría y estaría en las profundidades de ese lago mucho tiempo, sin poder salir ni tener oportunidad de morir. Pude ver un destello de burbujas plateadas y alguien que nadaba hacia mí. Los ojos me dolían, los cerré, esperando en la oscuridad.
Una mano me asió con cuidado, pero firmemente y me arrastró hacia la superficie. Estaba estupefacta, alguien había podido luchar contra la fuerza del lago y llevarme a mí a la vez. No podía abrir los ojos.
-¡Vanessa! ¡Vanessaaa!
-¿Izan?-pregunté, muy sorprendida. Creía que sería Derek.
-Sí, soy yo. ¿Estás bien?
-Eso creo, pero no puedo abrir los ojos.-respondí.
-Es por el agua del lago... espera un momento, no te muevas.
Le escuché volver al cabo de poco tiempo, me untó algo en los ojos.

-Ya puedes abrirlos.-me dijo suavemente mientras retiraba los restos del mejunje.
Lo primero que vi al abrir mis ojos fueron los suyos, azules verdosos y también su preciosa sonrisa.
-Gracias. —le susurré sonriendo.
Miré alrededor y no vi ni rastro de Derek ni de ella. Sus palabras todavía resonaban en mi mente:   «Sé todo: quién es, a qué se dedica, de dónde viene y qué quiere.»
-Vamos a secarnos, estamos empapados. —dijo, sacándome de golpe de mis pensamientos.
Me limité a asentir y a seguirle. Tendría que buscar el momento y la forma de hacerle más preguntas sobre él y su trabajo. Pero ahora no.
-¿Por qué te tiraste al lago?—me preguntó.
«Oh, mierda. Soy idiota, ¡pues claro que me lo iba a preguntar! ¿Y qué demonios le digo ahora?»
-Me caí. –mentí “sonrojándome” por mi supuesta torpeza-, y luego no pude salir del lago.
-Vaya, me has dado un buen susto. Ay patosa.
-¡Oye! No te pases, eh. –bromeé propinándole un codazo.
Los dos comenzamos a reírnos y nos quedamos tumbados en la roca a cierta distancia del lago, esperando a secarnos. Me sentía muy bien al lado de Izan; sin presiones, estando tranquila y despreocupada en lugar de comerme la cabeza por disparates.
Volví a recordar sus palabras y decidí que iba a indagar un poco sin levantar sospechas.
-Eh... Izan... –empecé.
-¿Sí?
-Cuéntame algo más sobre ti, es decir, se muy poco. Por ejemplo, ¿por qué viniste a este sitio? Creo que no hay nada en especial por aquí, ¿no?
-Bueno, debería decir que yo se menos aún de ti –dijo esbozando una sonrisa torcida, realmente encantadora, que me hubiera echo latir el corazón a mil por hora, si aún latiera.
-Ah... claro –admití contrariada, debería desembuchar algo, pero... ¿qué me preguntaría?
-Pues por ejemplo, ¿de dónde vienes? Según me han contado no eres de aquí.
-Ah... soy de... Rumania. –contesté evasivamente.
-¿Cómo se llaman tus padres? ¿Tienes hermanos? –inquirió con una sonrisa.
-Regina y Henry. Mis hermanos son Derek y Emily. –esta vez mi voz sonó más relajada.
-Vaya, los nombres de tus padres son parecidos, pero los de tus hermanos son muy diferentes. –dijo.
-S-Sí... es que... mis padres querían que... bueno, que tuviéramos nombres... de diferentes países.
-Ah.
-Bueno, me toca. ¿Tú tienes hermanos? –pregunté.
-Ellos... murieron en el pueblo. –hizo una mueca triste.
-E-Esto yo... lo siento... soy una... –no sabiendo continuar me pasé la mano por el pelo mientras el soltaba una risita triste.
Él se acercó más a mí y me miró fijamente con sus ojos del color del mar, todavía con un brillo de tristeza en su mirada. Pero pronto se extinguió, y pasó a ser deseo. Me agarró la cara con ambas manos y se acercó.
-No... No... Para por favor... –resollé, apartando la cara.

Él me miró confundido y yo bajé la mirada hacia la hierba, avergonzada y dolida.
-Vanessa, ¿qué...? –empezó a decir.
-Izan... yo también quiero besarte, pero...
-¿Pero? Nos atraemos, es como una fuerza magnética desde que te vi y sé que tu también lo sientes... ¿qué importa lo demás? –fijó sus ojos en mí, intensamente y yo me perdí en su mirada; reaccioné de golpe, me dolía pensar todo lo que podría pasar pero no debía...
-No debo... No debemos... Entiéndelo... –conseguí decir, sin convicción.
-¿Por qué? Ni siquiera tú lo crees –volvió a acercarse a mí, esta vez sin apartar la mirada un segundo.
Eso fue como echarme un cubo de hielo encima. Tenía razón, pero aún así quería intentar hacer lo correcto, por mucho que nos doliera a los dos. Porque si me dejaba llevar y todo salía mal, él se llevaría la peor parte... y yo un corazón hecho trizas y un solo pensamiento: “Sabía que esto pasaría”
Una lágrima surcó mi rostro.
-Lo siento... –me lamenté mientras corría hacia el bosque.
Estuve corriendo a una velocidad humana, pero rápida. Estaba llorando desconsoladamente.
«Soy una estúpida... ¡Sabía que esto pasaría en algún momento!»
Me enjugué las lágrimas con el dorso de la mano. No sabía que esto me iba a doler tanto... Sentía como si una cuchilla enorme me lacerara el corazón.
« ¿Por qué me acerqué tanto sabiendo desde un principio que debería haberme alejado de él?»
-Era inevitable.
Conocía esa voz. Era ella, otra vez. Pero sentí que no estaba aquí, estaba lejos. Entonces solo había una explicación. Telepatía vampírica.
Los vampiros se podían comunicar mentalmente con alguien con quien ya hubieran hablado alguna vez. Ella estaba hablándome en mi cabeza.
« ¿Qué quieres?»
-Nessa, Nessa. La impaciencia puede hacerte mucho mal, al igual que incumplir las reglas. —dijo.
«Déjate de juegos y háblame claro.»
-¿No lo ves? Sin darte cuenta te manejo a mi antojo. Te tengo donde quiero y como quiero: sola.
« ¿Qué? ¿A qué te refieres con...?»
Demasiado tarde. Estaba en un oscuro claro, donde las copas de los árboles eran enormes y frondosas, excepto en un punto concreto en el que los árboles se separaban para mostrar la luna casi llena. El lugar tenía poder, podía sentirlo. El poder de la luna...<<Luna>>
-Metzli*... –mascullé.
-¿Me llamabas?
-¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me persigues justo ahora? –exigí saber.
-Ah... preguntas, preguntas. –se burló-. ¿Qué tal si yo pregunto ahora?
Guardé silencio y la fulminé con la mirada. Ella se rió, era preciosa, pero su sonrisa se volvía horrible, hueca y podrida cuando conocías la maldad que albergaba en su interior.
-Bueno, por ejemplo podría preguntar, ¿qué pasa con ese caza vampiros? Izan Creek.
Apreté la mandíbula. Metzli me miró fijamente, intentando entrar en mis pensamientos. Se me tensaron los músculos del cuerpo. 

-Vaya, vaya. Estás bien entrenada por los Alden. –comentó Metzli, desistiendo.
-Los Alden no me han entrenado; lo he hecho por mi cuenta, gracias a los libros que tienen. –dije.
-Me sorprendes Vanessa, has progresado bastante. Pero no he venido aquí a darte méritos. –sonrió.
-¿Y bien? ¿Me lo vas a decir de una vez o te vas a andar con rodeos?
Metzli se levantó y caminó tranquilamente por el claro. Se detuvo en el círculo iluminado por la luna.
-¿Sabes qué ocurre dentro de tres meses, justo este día? –me preguntó.
-Mi cumpleaños... –mascullé. Era dentro de tres meses.
-El solsticio de invierno. El día más poderoso del año, el único en que la luna roja aparece en el cielo.
-¿Qué pretendes con eso?
-¿Sabes? Si se junta el poder de la luna llena con el del solsticio de invierno, es decir, con la luna roja, se obtiene un gran poder para utilizar a tu antojo, pero solo tú puedes liberarlo, Vanessa. –contó.
-Ya veo... para eso me quieres ¿no? Siempre me has utilizado a tu antojo hasta que los humanos me acogieron.
-Sí, los Deesen. Pobrecitos, murieron junto a la demás gente de Saint Vincent. En ese tiempo eras una vampira mala y descontrolada. –rió fríamente, burlándose de mí y de la gente a la que... maté...
Me quedé en silencio, contemplándola fríamente, manteniendo el rostro inexpresivo. Hasta que una voz gritó mi nombre.
-¡Nessa! ¡Vanessa!
Me giré rápidamente, pero Metzli ya había desaparecido entre las sombras.
No tardó en llegar. Era Derek, salvándome de nuevo. Pero pude ver que apartado de él; en la oscuridad, estaba Izan, con la mirada preocupada y nostálgica y el rostro serio. El dolor me oprimió como un cepo. Derek no sabía que Izan se encontraba allí, tan cerca.
-¿Estás bien? –me preguntó Derek.
Izan se dio la vuelta lentamente, todavía con esa dolorosa mirada, y se internó en las sombras del bosque. Me sentí la peor persona del mundo.
-Sólo quiero volver a casa... –conseguí decir.
-Vale. Vamos –dijo, ofreciéndome la mano.
Yo eché un último vistazo al lugar por el que había desaparecido Izan y le agarré la mano a Derek. Él me llevó por el bosque, serpenteando entre caminos de tierra y plantas. Yo estaba demasiado confusa para ver siquiera donde pisaba. Ese día habían pasado demasiadas cosas...

*Nota del Texto: Metzli significa Luna (en maya).


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