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viernes, 3 de diciembre de 2010

1.4 Metzli


La mujer recordaba a la luna llena durante la medianoche. El viento mecía su cabello negro azabache, los tirabuzones le llegaban casi a la cintura. Su fría mirada estaba fija en mí, esos ojos plateado pálido con débiles destellos dorado claro, perfilados en negro. Su sonrisa afilada era hermosa y a la vez odiosa. Era delgada y poco más alta que yo. Iba ataviada con un vestido azul muy oscuro, una capa negra y unas botas también negras.
-Así que una “primeriza”, pobre Vanessa.-la miré con odio-. Cuánto has cambiado desde...
-Cállate.-le espeté.
-No, no, no. ¿Cómo le puedes hablar así a...?
-¡Que te calles joder!-grité-. ¡No tienes nada que ver conmigo!
La sonrisa se borró de su rostro y me dijo:
-Sé quién es él.-palidecí-. Un caza vampiros.
-¿Cómo sabes...?
-Eso no importa, Vanessa. Sé todo: quién es, a qué se dedica, de dónde viene y qué quiere.
-¿Qué...quiere...?-pregunté temblorosa.
Ella se inclinó hacia mí y sentí un olor acre y mareante. Sus labios se acercaron para susurrarme:
-Él ha venido a...
-¡Aléjate de ella!
La mujer se volvió. Me bloqueaba el camino, así que retrocedí hacia el saliente suspendido sobre el centro del lago, la parte más profunda y oscura...
-¡Vanessa, no!
Derek... era él. Lo sentía pero, no había otra escapatoria; además, estaba más fuerte de beber sangre.
Me lancé a las aguas, que me absorbieron, tirando de mí hacia abajo. Era increíble, me sentía indefensa, como un humano. El lago tenía más fuerza que un vampiro recién alimentado... No podía evitarlo, tenía miedo. Me hundiría y estaría en las profundidades de ese lago mucho tiempo, sin poder salir ni tener oportunidad de morir. Pude ver un destello de burbujas plateadas y alguien que nadaba hacia mí. Los ojos me dolían, los cerré, esperando en la oscuridad.
Una mano me asió con cuidado, pero firmemente y me arrastró hacia la superficie. Estaba estupefacta, alguien había podido luchar contra la fuerza del lago y llevarme a mí a la vez. No podía abrir los ojos.
-¡Vanessa! ¡Vanessaaa!
-¿Izan?-pregunté, muy sorprendida. Creía que sería Derek.
-Sí, soy yo. ¿Estás bien?
-Eso creo, pero no puedo abrir los ojos.-respondí.
-Es por el agua del lago... espera un momento, no te muevas.
Le escuché volver al cabo de poco tiempo, me untó algo en los ojos.

-Ya puedes abrirlos.-me dijo suavemente mientras retiraba los restos del mejunje.
Lo primero que vi al abrir mis ojos fueron los suyos, azules verdosos y también su preciosa sonrisa.
-Gracias. —le susurré sonriendo.
Miré alrededor y no vi ni rastro de Derek ni de ella. Sus palabras todavía resonaban en mi mente:   «Sé todo: quién es, a qué se dedica, de dónde viene y qué quiere.»
-Vamos a secarnos, estamos empapados. —dijo, sacándome de golpe de mis pensamientos.
Me limité a asentir y a seguirle. Tendría que buscar el momento y la forma de hacerle más preguntas sobre él y su trabajo. Pero ahora no.
-¿Por qué te tiraste al lago?—me preguntó.
«Oh, mierda. Soy idiota, ¡pues claro que me lo iba a preguntar! ¿Y qué demonios le digo ahora?»
-Me caí. –mentí “sonrojándome” por mi supuesta torpeza-, y luego no pude salir del lago.
-Vaya, me has dado un buen susto. Ay patosa.
-¡Oye! No te pases, eh. –bromeé propinándole un codazo.
Los dos comenzamos a reírnos y nos quedamos tumbados en la roca a cierta distancia del lago, esperando a secarnos. Me sentía muy bien al lado de Izan; sin presiones, estando tranquila y despreocupada en lugar de comerme la cabeza por disparates.
Volví a recordar sus palabras y decidí que iba a indagar un poco sin levantar sospechas.
-Eh... Izan... –empecé.
-¿Sí?
-Cuéntame algo más sobre ti, es decir, se muy poco. Por ejemplo, ¿por qué viniste a este sitio? Creo que no hay nada en especial por aquí, ¿no?
-Bueno, debería decir que yo se menos aún de ti –dijo esbozando una sonrisa torcida, realmente encantadora, que me hubiera echo latir el corazón a mil por hora, si aún latiera.
-Ah... claro –admití contrariada, debería desembuchar algo, pero... ¿qué me preguntaría?
-Pues por ejemplo, ¿de dónde vienes? Según me han contado no eres de aquí.
-Ah... soy de... Rumania. –contesté evasivamente.
-¿Cómo se llaman tus padres? ¿Tienes hermanos? –inquirió con una sonrisa.
-Regina y Henry. Mis hermanos son Derek y Emily. –esta vez mi voz sonó más relajada.
-Vaya, los nombres de tus padres son parecidos, pero los de tus hermanos son muy diferentes. –dijo.
-S-Sí... es que... mis padres querían que... bueno, que tuviéramos nombres... de diferentes países.
-Ah.
-Bueno, me toca. ¿Tú tienes hermanos? –pregunté.
-Ellos... murieron en el pueblo. –hizo una mueca triste.
-E-Esto yo... lo siento... soy una... –no sabiendo continuar me pasé la mano por el pelo mientras el soltaba una risita triste.
Él se acercó más a mí y me miró fijamente con sus ojos del color del mar, todavía con un brillo de tristeza en su mirada. Pero pronto se extinguió, y pasó a ser deseo. Me agarró la cara con ambas manos y se acercó.
-No... No... Para por favor... –resollé, apartando la cara.

Él me miró confundido y yo bajé la mirada hacia la hierba, avergonzada y dolida.
-Vanessa, ¿qué...? –empezó a decir.
-Izan... yo también quiero besarte, pero...
-¿Pero? Nos atraemos, es como una fuerza magnética desde que te vi y sé que tu también lo sientes... ¿qué importa lo demás? –fijó sus ojos en mí, intensamente y yo me perdí en su mirada; reaccioné de golpe, me dolía pensar todo lo que podría pasar pero no debía...
-No debo... No debemos... Entiéndelo... –conseguí decir, sin convicción.
-¿Por qué? Ni siquiera tú lo crees –volvió a acercarse a mí, esta vez sin apartar la mirada un segundo.
Eso fue como echarme un cubo de hielo encima. Tenía razón, pero aún así quería intentar hacer lo correcto, por mucho que nos doliera a los dos. Porque si me dejaba llevar y todo salía mal, él se llevaría la peor parte... y yo un corazón hecho trizas y un solo pensamiento: “Sabía que esto pasaría”
Una lágrima surcó mi rostro.
-Lo siento... –me lamenté mientras corría hacia el bosque.
Estuve corriendo a una velocidad humana, pero rápida. Estaba llorando desconsoladamente.
«Soy una estúpida... ¡Sabía que esto pasaría en algún momento!»
Me enjugué las lágrimas con el dorso de la mano. No sabía que esto me iba a doler tanto... Sentía como si una cuchilla enorme me lacerara el corazón.
« ¿Por qué me acerqué tanto sabiendo desde un principio que debería haberme alejado de él?»
-Era inevitable.
Conocía esa voz. Era ella, otra vez. Pero sentí que no estaba aquí, estaba lejos. Entonces solo había una explicación. Telepatía vampírica.
Los vampiros se podían comunicar mentalmente con alguien con quien ya hubieran hablado alguna vez. Ella estaba hablándome en mi cabeza.
« ¿Qué quieres?»
-Nessa, Nessa. La impaciencia puede hacerte mucho mal, al igual que incumplir las reglas. —dijo.
«Déjate de juegos y háblame claro.»
-¿No lo ves? Sin darte cuenta te manejo a mi antojo. Te tengo donde quiero y como quiero: sola.
« ¿Qué? ¿A qué te refieres con...?»
Demasiado tarde. Estaba en un oscuro claro, donde las copas de los árboles eran enormes y frondosas, excepto en un punto concreto en el que los árboles se separaban para mostrar la luna casi llena. El lugar tenía poder, podía sentirlo. El poder de la luna...<<Luna>>
-Metzli*... –mascullé.
-¿Me llamabas?
-¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me persigues justo ahora? –exigí saber.
-Ah... preguntas, preguntas. –se burló-. ¿Qué tal si yo pregunto ahora?
Guardé silencio y la fulminé con la mirada. Ella se rió, era preciosa, pero su sonrisa se volvía horrible, hueca y podrida cuando conocías la maldad que albergaba en su interior.
-Bueno, por ejemplo podría preguntar, ¿qué pasa con ese caza vampiros? Izan Creek.
Apreté la mandíbula. Metzli me miró fijamente, intentando entrar en mis pensamientos. Se me tensaron los músculos del cuerpo. 

-Vaya, vaya. Estás bien entrenada por los Alden. –comentó Metzli, desistiendo.
-Los Alden no me han entrenado; lo he hecho por mi cuenta, gracias a los libros que tienen. –dije.
-Me sorprendes Vanessa, has progresado bastante. Pero no he venido aquí a darte méritos. –sonrió.
-¿Y bien? ¿Me lo vas a decir de una vez o te vas a andar con rodeos?
Metzli se levantó y caminó tranquilamente por el claro. Se detuvo en el círculo iluminado por la luna.
-¿Sabes qué ocurre dentro de tres meses, justo este día? –me preguntó.
-Mi cumpleaños... –mascullé. Era dentro de tres meses.
-El solsticio de invierno. El día más poderoso del año, el único en que la luna roja aparece en el cielo.
-¿Qué pretendes con eso?
-¿Sabes? Si se junta el poder de la luna llena con el del solsticio de invierno, es decir, con la luna roja, se obtiene un gran poder para utilizar a tu antojo, pero solo tú puedes liberarlo, Vanessa. –contó.
-Ya veo... para eso me quieres ¿no? Siempre me has utilizado a tu antojo hasta que los humanos me acogieron.
-Sí, los Deesen. Pobrecitos, murieron junto a la demás gente de Saint Vincent. En ese tiempo eras una vampira mala y descontrolada. –rió fríamente, burlándose de mí y de la gente a la que... maté...
Me quedé en silencio, contemplándola fríamente, manteniendo el rostro inexpresivo. Hasta que una voz gritó mi nombre.
-¡Nessa! ¡Vanessa!
Me giré rápidamente, pero Metzli ya había desaparecido entre las sombras.
No tardó en llegar. Era Derek, salvándome de nuevo. Pero pude ver que apartado de él; en la oscuridad, estaba Izan, con la mirada preocupada y nostálgica y el rostro serio. El dolor me oprimió como un cepo. Derek no sabía que Izan se encontraba allí, tan cerca.
-¿Estás bien? –me preguntó Derek.
Izan se dio la vuelta lentamente, todavía con esa dolorosa mirada, y se internó en las sombras del bosque. Me sentí la peor persona del mundo.
-Sólo quiero volver a casa... –conseguí decir.
-Vale. Vamos –dijo, ofreciéndome la mano.
Yo eché un último vistazo al lugar por el que había desaparecido Izan y le agarré la mano a Derek. Él me llevó por el bosque, serpenteando entre caminos de tierra y plantas. Yo estaba demasiado confusa para ver siquiera donde pisaba. Ese día habían pasado demasiadas cosas...

*Nota del Texto: Metzli significa Luna (en maya).


© Copyright  2010  Laurii. Todos los derechos reservados

sábado, 6 de noviembre de 2010

1.3 La Barrera


Llegué a casa en un minuto. Entré y me fui a mi cuarto a por una cosa. Luego me dirigí al de Emily.
-¿Em, puedo entrar?-pregunté.
-Sí. Entra Nessa.-la voz de Emily era serena y musical, impropia de alguien de su edad.
-Feliz cumpleaños-Le tendí la caja plateada con un lazo negro.
-Gracias.-dijo Emily. Ella no aparentaba la edad que tenía.
Dentro de la cajita había un precioso espejo plateado con zafiros y un peine de pequeñas piedras negras con adornos plateados. Esos eran sus colores favoritos: plata, azul zafiro, negro... Sólo colores oscuros o fríos.
Emily me dio un abrazo y me volvió a agradecer por el regalo. Sus ojos violetas relucían.
-Muchas gracias de verdad, no deberías de haberte molestado. –dijo mientras se peinaba su pelo plateado oscuro.
-Bah, si no era nada, además había que celebrar algo importante para ti, ¿no?-le dije, sonriendo.
-Supongo-contestó Emily con una gran sonrisa-. Oye, en realidad te llamé para...
-¡Vanessa, Emily!
Las dos fuimos hacia el salón, donde nos esperaban Henry, Regina y Derek con semblantes serios y duros como la piedra. Henry era un hombre fuerte y alto, tenía el pelo de un tono rubio platino que le llegaba por las caderas y los ojos de un tono plateado claro y su rostro solía ser severo. Regina era una mujer esbelta con apariencia delicada y distinguida, llevaba su cabello negro azabache recogido en un elegante peinado. Sus ojos eran carmesíes.
-Están intentando traspasar la barrera... podrían tardar como poco un mes... –empezó Henry.
-¿Cómo? ¡No puede ser! –exclamé horrorizada.
-Son los que te persiguieron. –aclaró Derek-. Aunque seguramente haya más gente detrás de esto...
-¿Y qué pasará si la rompen? –preguntó Emily.
-Irán a por vosotras e intentarán exterminaros... –contestó Regina.
-Pero, ¿por qué van a por nosotras? –inquirí, indignada.
-Porque Emily y tú aún sois unas “primerizas” y tenéis que matar para alimentaros.-respondió Henry.
Emily y yo nos fuimos cada una a nuestra habitación y los demás siguieron hablando toda la noche.
A las ocho menos diez, Derek y yo nos empezamos a preparar para ir al instituto. Con la velocidad vampírica tardaríamos en llegar muy poco tiempo. En la entrada estaba Izan, esperándome con su habitual sonrisa. Me esforcé por mantener la calma y aparentar que todo estaba como siempre.
-¡Ey! Tan puntual como siempre, ¿no? –me saludó.
-Hola. –sonreí, mientras entraba en el pasillo con él al lado-. Ayer no te pregunté como fue la caza.
-Pues resulta que escapó por poco. Se tiró al mar y le perdimos –me dijo.
-¿Perdimos? –le pregunté-. ¿Con quién ibas?
-Vince, un amigo. ¿Te lo presento?

-No, gracias. –dije con un tono neutro.
Si me presentara a Vince, él se daría cuenta enseguida de que yo era una vampira “primeriza”.
-Bueno, entonces te sigo contando. Después de un rato encontramos un rastro y lo seguimos hacia un bosque, pero una especie de barrera no nos dejo seguir.-prosiguió.
-¿Y cuanto tardaréis en romperla?-pregunté ansiosamente.
-Pues... de momento no tenemos mucho tiempo libre y nos falta material, así que supongo que nos llevara unos tres o cuatro meses.
Sentí un gran alivio. En todo ese tiempo podríamos hacer un plan o pensar algo. El timbre nos interrumpió.
-Bueno, hay que ir a clase. Luego seguimos hablando, ¿no?
-Claro, luego.-le dije, pensativa.
Me llegaron las voces de la gente, cómo no, cotilleando.
-¿Cómo demonios ha conseguido Steele hacerse amigo de Vanessa Alden?-preguntó un chico.
-Esa rara no dejaba que nadie se acercara a ella y se pasaba el día sola y embobada. Llega el nuevo y lo cambia todo.-comentó una chica.
-Sí. Yo creo que se conocerían de algo o sino diría que Alden se ha enamorado-siguió otra.
-¿Vanessa Alden enamorarse? Suena extraño, ella siempre tan fría con los chicos y se pasa ahora todo el día con Steele.-decía otro chico.
«Estúpidos, creen saberlo todo.»
~
Una vez terminadas las clases salí hacia el parque, me senté a esperar a Izan. Tres chicos se acercaron. Tenían pinta de chicos problemáticos y la miraban fijamente con sonrisitas.
-Ey guapa, ¿qué haces aquí tan sola?-se mofó uno rubio.
-Te haremos compañía. Vente con nosotros.-le dijo el moreno mientras le agarraba del brazo.
-No me toques.-le espeté con dureza.
-Venga ya no seas así-dijo el castaño.
-Suéltame o te arrepentirás.-le advertí.
-Anda, nena. Diviértete un rato.-me dijeron el rubio y el castaño.
Me puse en pie y con mi velocidad llegué detrás del moreno en menos de un segundo. Me acerqué y le puse mis manos en los hombros. Le susurré al oído:
-Te dije que te arrepentirías.-él se dio la vuelta riéndose y un poco sorprendido de mi velocidad.
Le tiré hacia un lado del cuello bruscamente y él gritó de dolor. Los otros me miraron asustados. Lo tiré al suelo y me di la vuelta con una ancha sonrisa.
-Espero que os sirva de ejemplo a los demás.-mi voz sonó hipnótica a la par que amenazadora.
Los chicos, con los ojos como platos y asustados recogieron al moreno; que todavía se retorcía con las manos en el cuello, y se lo llevaron. Una voz me sorprendió, detrás de mí:
-Vaya, vaya. Si estás hecha toda una guerrera.-era Izan, con su sonrisa característica.
De nuevo no le había oído llegar y eso me contrariaba. Su barrera era muy fuerte.
-Sí, es que tengo que saber defensa propia. Ya sabes lo que pasa con gente como esta.-le dije.
-Supongo.
Los dos echamos a andar y nos dirigimos hacia el bosque, que estaba repleto de pinos, abetos y cantidad de plantas. Con las frondosas copas de los árboles el bosque estaba un tanto oscuro, podría suponer una dificultad para la visión de Izan, pero no para la mía.
Nos sentamos a la sombra de un gran pino, en la mullida hierba. Izan se volvió hacia mí.
-Vanessa.-dijo.
-¿Sí?
-¿Me permitirías probar una cosa?-preguntó mirándome, con su sonrisa.
-Eh... bueno... vale.-tartamudeé.
Él se acercó a mi cada vez más, sin dejar de mirar mis ojos. Yo enrojecí rápidamente, él se acercó hasta quedar a unos centímetros de mi rostro y finalmente, se echó hacia atrás bruscamente, me sobresalté de la rapidez de su brusco movimiento y me sonrojé aún más. Creía que me besaría...
-Bien, gracias.-dijo él.
Me quedé callada, arrancando trocitos de césped con aspecto huraño. Izan soltó unas risitas.
-¿Qué?-le dije.
-Te has sentado en el barro.-puntualizó con su sonrisa.
-¡Ay no! ¿Por qué no me lo has dicho antes idiota?-exclamé.
-Es que esperaba que te dieras cuenta, pero por lo visto no.-le entró la risa.
-Ah, ¿te parece gracioso? ¡Pues ahora verás!-le agarré por sorpresa y le tiré al barro. Él se rió y me persiguió, los dos nos caímos de bruces a un lago de agua fangosa; empapándonos de agua y barro.
-Bueno, ya parece que no hay nada que hacer-comentó Izan-, así que divirtámonos, ¿no?
-¡Claro!-respondí, y me lancé para hundirle en el barro, pero él me agarró y nos hundimos los dos.
De repente, me invadió esa sensación extraña… era el día…
« ¡Oh, no! Ha llegado uno de esos días, debo alejarme de Izan o le haré daño… »
-Izan… debo irme ya...-le dije con torpeza.
-Ah, claro. Tus padres ¿no?-aventuró él.
-Sí... mis padres...-mentí, me miraba a los ojos y me encogí.
Me levanté rápidamente y me alejé de Izan. Noté su mirada clavada en mí. Corrí por el bosque y detecté por el olor y el ruido a un humano. Era un fornido leñador, que cortaba con el hacha.
Me acerqué entre de la maleza y atraje su mirada. Él me siguió por el bosque y me detuve.
-Vaya, vaya. Jovencita, ¿qué haces sola en este bosque? Podría ser peligroso.-dijo con una sonrisita.
Le miré fríamente. Era ridículo, ¿una vampira que tenía miedo de un bosque? Bah.
-¿Cómo te llamas?-me agarró de la muñeca.
-Eso no te va a hacer falta saberlo y suéltame.-le mire fijamente-. Lo siento.
El hombre abrió la boca para formular una pregunta pero ya era tarde, la sed se apoderó de mí y me lancé a su cuello. Noté como el dulce sabor a sangre llenaba mis labios y la quemazón en mi garganta fue remitiendo. La sed se iba calmando a medida que bebía la sangre. El hombre cayó de rodillas y se desplomó. Sabía que esto había sido arriesgado, estaba muy cerca del pueblo pero no hubiera resistido más tiempo aguantando la sed abrumadora. No advertí una mirada entre las hojas.
«Tengo que esconder el cuerpo.»
Mi objetivo: un lago de aguas verdosas que se encontraba en el centro de un círculo de montañas.Corrí y llegué en menos de 5 minutos. Me zambullí en las aguas y escondí el cadáver en un agujero al fondo del lago, lo cubrí de arena y puse encima una pesada y enorme piedra. Así estaría bien.
Salí a secarme en un saliente de roca, y me di cuenta de que era una larga pasarela de piedra; suspendida sobre las verdosas aguas, que acababa bruscamente en el centro del lago.
« ¿Para qué es esto? ¿Qué pinta aquí una pasarela de piedra?-pensé mientras palpaba la lisa y fría roca-. Además, ¿cómo es que no se ha derrumbado? Esto debe de pesar bastante...»
Miré la piedra que formaba la pasarela, era muy extraña. Nunca había visto ninguna parecida, parecía tener brillo propio, y de ella provenía… ¿aire frío?
«Imposible. ¿Cómo va a salir aire frío de las piedras?»
No le di más importancia, me dije a mí misma que serían imaginaciones mías, simplemente era la brisa fría propia de los lagos sin árboles alrededor. Aun así esa explicación siguió sin convencerme…
Sentí una mirada clavada en mi nuca y me di la vuelta rápida y bruscamente. Ella...


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jueves, 7 de octubre de 2010

1.2 Caza vampiros

El teléfono sonó y lo cogió rápidamente, estaba esperando una llamada importante.
-¿Sí?
Silencio. La otra persona estaba hablando.
-Vince, ¿has encontrado algo?-Izan escuchó atentamente-. De acuerdo, me pondré en ello. Te espero donde siempre a las 12. Nos vemos.
Estaba estupefacta. ¡No había conseguido oír a ese tal Vince! Pero si soy una vampira... ¡si tengo mejor oído que cualquier otro ser!
Era la primera vez que me pasaba y no daba crédito, entonces era verdad, Izan realmente era un caza vampiros y sus métodos surtían efecto...
-Mi padre cree que fue un vampiro recién “despertado” el que provocó toda esa destrucción y muerte en la ciudad. –me había contado Izan-, su odio por esas criaturas le llevo a convertirse en “un justiciero”, un caza vampiros. No quería que hubiera más muertes innecesarias, y me instruyó.
Me enseñó que los vampiros no mataban a sus víctimas chupándoles la sangre, sino que iban a por ciertas personas con el carácter que a ellos les gustaba.
Lo sabían porque esa persona les atraía, no un vínculo sentimental, sino una especie de deseo... Aunque eso puede no aparecer hasta pasado un siglo o dos. Y nuestro deber era eliminar a esos vampiros, los “primerizos”, por distinguirlos de alguna forma. Los “primerizos” tienen que matar y chupar la sangre para alimentarse.
 Las personas mordidas simplemente se desmayaban durante un tiempo. Pero los primerizos las debían de matar, o bien porque sino no se satisfacía su sed o bien porque una vez que empezaban no podían controlarse...
«Entonces si él se entera de que soy una primeriza... me matará... Es la primera persona que no se acerca a mí por interés propio... Pero si me acerco a él... ¡Ag! Todo es tan complicado.» pensé.
-Algo tengo que hacer, debo alejarle de mí de algún modo, pero él es diferente, y no creo que se resigne y se aleje de mí así como así... -reflexioné detenidamente. Algo tendría que hacer, pero antes querría averiguar de qué se trataba esa llamada que ni siquiera yo pude oír.
Salí de la habitación por la ventana y seguí el rastro del olor de Izan. Me llevó hacia una calle oscura con un pasadizo; que conducía al metro, ya abandonado.
«Tendré que ir con cuidado, podrían cogerme»
Yo vestía una capa negra con capucha, unos vaqueros, una blusa oscura y unas botas negras para que no me reconocieran. Desde mi posición, no podía oír las voces de Izan y el tal Vince. Me pareció raro, pero aun así me acerqué más y me asomé a mirar con cautela. Vi a un chico con el pelo castaño claro, de ojos azules verdosos, alto y fuerte; sin duda, era Izan. A su lado estaba un chico con los ojos verdes y el pelo negro largo hasta la mitad de la espalda, recogido en una elegante coleta.
Me volví a esconder rápidamente. Seguía sin oír nada.

~
Vince olisqueó el aire y se le disolvieron las lentillas, sus ojos volvieron a ser carmesíes.
  -¿Qué ocurre Vince?-preguntó.
-Izan, hay un primerizo aquí cerca, escondido.
  -¿Qué? ¿Dónde?-preguntó el aludido.
-Desde aquí no lo sé. Pero está muy cerca. Buen trabajo, no ha conseguido romper tu barrera.
  -¡Hay que darse prisa! Tengo que atraparlo...-dijo Izan.
-Tienes suerte de tener un vampiro experimentado a tu lado, Izan.-bromeó Vince.
  -No es momento de tonterías, ¡ya!
Izan rompió su barrera y los dos se abalanzaron hacia mi posición.
~
Escuché un ruido amortiguado y me puse en guardia. Antes de darme cuenta tenía a un vampiro de ojos carmesíes delante.
-Te pillé.-se mofó Vince, con una sonrisita.
-Vince, cógela.-le ordenó Izan.
Eché a correr como solo los vampiros sabemos. No había peligro de que nos vieran, la gente vería un borrón y antes de darse cuenta ya habría desaparecido.
Maldecía entre dientes mientras corría todo cuanto podía, Vince era muy rápido y sorprendentemente Izan también, que nos seguía. Entonces lo comprendí: las botas de Izan tenían un dispositivo.
Hice un movimiento que Vince no pudo predecir: me desvié, le quité las botas a Izan y las tiré lo más lejos que pude con mi fuera titánica de vampira y volví a correr. Todo eso en 3 segundos.
En cuanto avisté el mar me lancé y buceé, una cosa buena de ser vampiro es que no te tienes que preocupar de coger aire cuando buceas y puedes estar todo lo que quieras bajo agua.
Ellos se resignaron y se alejaron, Izan volvió a crear su extraña barrera invisible y un rato después salí del agua, en dirección a la playa.
Esperé sobre una enorme roca hasta que me sequé. Recordé a Vince, con sus ojos carmesíes, y pensé: dentro de dos siglos yo tendré esos ojos aunque alomejor son como los de Derek, o plateados... Aunque hay casos especiales en los que son de color violeta...
Miré el reflejo del agua y pude ver mis ojos, de color miel. Me observé, mi perfecto rostro, mis largas pestañas, mi cabello rubio platino que me caía en cascada hasta la cintura... al menos eso lo conservaría, aunque estuviera cambiada.
Arrojé mis vestiduras negras lo más lejos que pude y las perdí de vista en el horizonte. Me quedé con un vestido azul oscuro de seda. Seguí pensando, mientras observaba la luna, que tenía forma de C.

-¿Nessa?
Me sobresalté. No me gustaba la idea de no poder oír cuando llegaba alguien, y también me molestó estar tan perdida en mis pensamientos para no sentir la presencia de quien se acercaba.
-Derek-dije con aparente serenidad.
Derek Alden era mi “hermano”, otro vampiro acogido. A diferencia de mí, él llevaba un año con los Alden: Regina y Henry, nuestros “padres”. Yo llevaba medio año. A parte de nosotros había otra chica que llegó hace dos semanas. Emily, ella tenía 12 años.
Derek se sentó a mi lado, observando la luna.
-Caza vampiros de los buenos, ¿eh?-soltó él.
-Sí-respondí secamente.
-Vaya, vaya-comentó-, y no te han pillado, increíble.
-Yo no soy una inútil. Deberías de saberlo ya-le espeté.
-Ya veo...-dijo él con un tono diferente-, supongo que tú eres diferente, ¿no?
Le miré extrañada y vi que me contemplaba fijamente, mirándome a los ojos. Su cabello plateado lanzaba destellos con la débil luz de luna y sus ojos ambarinos tenían un brillo extraño. Sostuvimos la mirada durante unos segundos que me parecieron eternos. Si mi corazón no se hubiera parado hace tiempo, ahora me latiría alocadamente.
-Me pregunto si...-empezó a decir, sin dejar de mirarme a los ojos.
-¿Si...?-le urgí, todavía extrañada. Desvié la mirada hacia la luna y noté sus ojos clavados en mí.
-No, nada... Vuelve pronto-me dijo, y desvió la mirada mientras sonreía.
Se levantó lentamente y me puso la mano en el pelo mientras me susurraba:
-No llegues tarde, Emily quiere verte. Cosas de chicas, supongo.
Finalmente se marchó, sabía que seguía con ese brillo extraño en los ojos y esa extraña sonrisa que yo no había visto nunca.
Me levanté y paseé, tenía tiempo de sobra.
-Bonita noche, ¿verdad? –me sobresalté al escuchar una voz detrás mía.
Me giré rápidamente. Izan.
-¡Uf! ¡Imbécil me has asustado! –le reproché.
Él se echó a reír y me hizo un gesto con la mano, invitándome a dar un paseo. Yo le seguí.
Fuimos caminando hacia el campo de golf, que estaba cerca de la linde del bosque.
-¿Qué haces por aquí a estas horas? –me preguntó.
-Bueno eso también te lo podría preguntar yo a ti. –le dije sonriendo.
-Ah, pero yo si te lo digo. He estado de caza.
-Ah... –farfullé-. Pues yo... estaba desvelada y salí a pasear.
-Vaya, así que te gusta hacer paseos nocturnos... ¿No esperarás a tu novio? –bromeó.
-Já, muy gracioso, pero no tengo novio.
-¿Eh? Creía que tenías, aunque eso te lo decía de coña.
-Pues ya ves, así está la vida.
A los dos nos entró la risa, y él se resbaló con una piedra suelta. Yo me eché a reír.
-Cuidado con las piedras. –me burlé.
-Si, tu ríete graciosilla. –masculló él, aguantándose la risa.

Él estaba todavía en el suelo, y me tiró de una pierna. Me caí, pero conseguí agarrarle y los dos rodamos colina abajo. Cuando conseguimos parar nos sentamos a hablar de tonterías.
Entonces, sin previo aviso, se pusieron en marcha los periquitos, mojándonos.
-¡Tu culpa! –exclamé, intentando apartarme del agua sin éxito.
-¡No haberte reído! –dijo él con una sonrisa burlona.
-¡Pero suéltame tonto! ¡Que me estás mojando entera! –exclamé.
-A lo mejor quiero verte así mojadita, argg –bromeó él. Le di una colleja y nos volvimos a reír.
De golpe me puse alerta al sentir una presencia acercándose, estaba lejos, pero venía. Era un vampiro.
- Izan tengo que irme ya... Nos vemos mañana, es que se me ha hecho tarde. –le mentí. Él me soltó y se despidió. Yo eché a correr, el vampiro que percibí seguramente sería Vince y me reconocería...



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sábado, 2 de octubre de 2010

1.1 El Pasado




-Chicos os presento a un nuevo estudiante, espero que le tratéis bien y...-la profesora siguió hablando.
No me molesté en escuchar... ¿para qué? De todas formas nada iba a cambiar...
Sonó el timbre y salí segundos antes que todos los demás, agradecía tener tan buen oído. Me dirigí donde siempre; al aula de música, en lugar de ir al recreo y comer, como los demás.
Siempre estaba sola, nunca hablaba con nadie, y solía pasarme el día ensimismada en mis pensamientos. Aun así sacaba muy buenas notas, tenía una gran memoria. Vanessa Alden, ésa era yo. Al principio todos se acercaban a mí, sobre todos los chicos, pero yo sabía que ellos no buscaban simple amistad... Me consideran una chica bella y sencilla, pero indiferente y distinguida. Yo no quería que la gente peligrara por estar conmigo, así que preferí sumirme en la soledad. La gente me considera una rara, por estar siempre sola (a pesar de que podría ser muy popular), nunca salir al recreo, saltarme la clase de gimnasia por una “enfermedad” según el “médico” y por ser tan fría con los demás.
Seguí caminando silenciosamente y sumida en mis pensamientos a través del oscuro y frío pasillo, era irónico, un alma oscura y fría en un lugar oscuro y frío; eso claro, contando que un monstruo como yo tuviera alma...
« Cuando los Alden me encontraron, yo ya había “despertado”, provoqué una masacre, acabé con un pueblo entero, Saint Vincent. Era un pueblo apartado, en las montañas. Tuve la suerte de que sólo sus habitantes conocían la existencia del pueblo. Yo era una chica más, con un grupo de amigos normales, con familia normal que vivía en una casa normal. Pero entonces, ocurrió todo...
Primero empecé a ver borroso y al cabo de unas horas empecé a ver con una claridad impresionante, muchísimo mejor que mi vista normal de antes. Luego, comencé a oír mucho mejor; si me concentraba, desde mi casa podía escuchar las afueras del pueblo con total claridad. El final fue peor, sentí una quemazón en la garganta y un gran dolor de cabeza, escuchaba "voces". Mi mayor error fue salir corriendo hacia la plaza central, a buscar a mis padres que se encontraban ahí.
No lo pude controlar... una nube roja cegó mis pensamientos y no pude parar: destruir, matar y luego absorber la sangre...
Acabé con todo mi pueblo y sus habitantes, entonces la nube roja desapareció y me calmé. En ese momento pude razonar y me di cuenta de lo que había hecho... Acabé con mi familia, mis amigos, mi gente. Me derrumbé. ¿Cómo he podido hacer esto? ¿En qué clase de monstruo me he convertido?
Estaba sola, y todo por mi culpa. En ese momento, estaba dispuesta a matarme. Pero llegaron los Alden, me dijeron que me ayudarían, que sabían lo que pasaba y que sentían no haber llegado antes, ya que si lo hubieran hecho nada de eso habría pasado.
-¿Cómo te llamas?-preguntó el señor Alden.

-Nessa, es decir... Vanessa.
-Bien, ¿deseas venir con nosotros?-me ofreció la señora Alden-. Podríamos ayudarte, enseñarte a controlarte y ofrecerte una nueva oportunidad.
Yo accedí a irme con ellos, ¿que otra cosa podía hacer?, no esperaba comprensión, es más, deseaba que ellos me dieran un castigo doloroso, deseaba sufrir. »

Desde entonces había cambiado mucho, tanto en aspecto como en la forma de pensar, en todo.
Al final llegué al aula, me aclaré la garganta y fui en dirección al piano. Comencé a tocar una triste melodía, que de alguna manera me hacía sentir mejor y me identificaba un poco con ella y canté: 
“Miro hacia el cielo,
frío y oscuro.
Enfrentándome a la adversidad.
Nace hielo en mi corazón.
Veo caer la nieve,
desde mi ventana.
Nada que hacer,
esto no se puede arreglar.
Intento escapar pero no hay forma,
este corazón hace tiempo que dejó de latir.
A pesar del tiempo que pasó,
la soledad me persigue aún.
No sé todavía quién soy,
no me consigo encontrar.
Veo caer la nieve,
desde mi ventana.
Nada que hacer,
esto no se puede arreglar.
Intento escapar pero no hay forma,
este corazón hace tiempo que dejó de latir.
Siento el frío rozándome la piel,
el hielo roto sigue cubriendo mi corazón.
Y no sé cómo voy a seguir de esta forma,
pero tampoco sé cómo puedo terminar...
Veo caer la nieve,
desde mi ventana.
Nada que hacer,
esto no se puede arreglar.
Intento escapar pero no hay forma,
este corazón hace tiempo que dejó de latir.
La tormenta me recuerda al interior
de mi triste corazón.

Encerrado en soledad,
sin nadie en quien poder confiar.
Sólo secretos inconfesables, nada más...
Aunque quisiera gritarlo todo
no me puedo liberar...
Veo caer la nieve,
desde mi ventana.
Nada que hacer,
esto no se puede arreglar.
Intento escapar pero no hay forma,
este corazón hace tiempo que dejó de latir.
En las sombras de la noche,
en el frío del invierno.
Veo caer la nieve desde mi ventana...
Y no hay nada que hacer...
Este corazón hace tiempo que dejó de latir.”

Volví a suspirar y me dirigí hacia la puerta. Me encontré a un chico apoyado allí; mirándome, ¿cómo es que no le había oído?
-¿Quién eres y qué haces aquí?-le pregunté fríamente.
-El rollo de chica dura no te pega mucho, pero te favorece. Por cierto, cantas muy bien -le lancé una mirada enfadada y él sonrió-. Soy Izan Creek. Aunque como me han acogido mi apellido de ahora es Steele.
Me quedé de piedra... ¡Creek! Controlé mi expresión y seguí cavilando; mi interior estaba gritando.
Él también había cambiado mucho, demasiado. Era de mi antiguo pueblo... un superviviente al desastre. No podía creerlo...
-Mi padre y yo nos mudamos de un pueblo que fue masacrado y destruido -contó, como si fuera lo más normal del mundo. Yo tragué saliva, debió de creer que lo hacía de la impresión-, mi padre murió hace poco y me acogieron los Steele. Pero mi padre antes de morir dijo que siguiera con lo que él había empezado, la caza de vampiros. Sé que te parecerá ridículo, pero existen, ya he acabado con algunos en compañía de mi padre. Supongo que pensarás que estoy loco por decirte esto, pero espero que me creas.
-Yo... bueno... yo no pienso que estés loco... yo también he...-salí corriendo hacia la puerta-. Hay que volver a clase.
En el instante en el que terminé de hablar sonó el timbre. Eché a correr y me sorprendió mucho que ese chico igualara mi velocidad.
-¿Cómo has...?-empezó a decir Izan.
-Eso no es de tu incumbencia-le corté secamente.
-Bueno, aún no me has dicho tu nombre, aunque de todas formas sé quien eres.-dijo sonriendo.
-Vanessa Alden.-respondí, sólo por cortesía.
Él paró de correr y yo hice lo mismo, ya estábamos casi en clase.



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