Paginas(:

sábado, 6 de noviembre de 2010

1.3 La Barrera


Llegué a casa en un minuto. Entré y me fui a mi cuarto a por una cosa. Luego me dirigí al de Emily.
-¿Em, puedo entrar?-pregunté.
-Sí. Entra Nessa.-la voz de Emily era serena y musical, impropia de alguien de su edad.
-Feliz cumpleaños-Le tendí la caja plateada con un lazo negro.
-Gracias.-dijo Emily. Ella no aparentaba la edad que tenía.
Dentro de la cajita había un precioso espejo plateado con zafiros y un peine de pequeñas piedras negras con adornos plateados. Esos eran sus colores favoritos: plata, azul zafiro, negro... Sólo colores oscuros o fríos.
Emily me dio un abrazo y me volvió a agradecer por el regalo. Sus ojos violetas relucían.
-Muchas gracias de verdad, no deberías de haberte molestado. –dijo mientras se peinaba su pelo plateado oscuro.
-Bah, si no era nada, además había que celebrar algo importante para ti, ¿no?-le dije, sonriendo.
-Supongo-contestó Emily con una gran sonrisa-. Oye, en realidad te llamé para...
-¡Vanessa, Emily!
Las dos fuimos hacia el salón, donde nos esperaban Henry, Regina y Derek con semblantes serios y duros como la piedra. Henry era un hombre fuerte y alto, tenía el pelo de un tono rubio platino que le llegaba por las caderas y los ojos de un tono plateado claro y su rostro solía ser severo. Regina era una mujer esbelta con apariencia delicada y distinguida, llevaba su cabello negro azabache recogido en un elegante peinado. Sus ojos eran carmesíes.
-Están intentando traspasar la barrera... podrían tardar como poco un mes... –empezó Henry.
-¿Cómo? ¡No puede ser! –exclamé horrorizada.
-Son los que te persiguieron. –aclaró Derek-. Aunque seguramente haya más gente detrás de esto...
-¿Y qué pasará si la rompen? –preguntó Emily.
-Irán a por vosotras e intentarán exterminaros... –contestó Regina.
-Pero, ¿por qué van a por nosotras? –inquirí, indignada.
-Porque Emily y tú aún sois unas “primerizas” y tenéis que matar para alimentaros.-respondió Henry.
Emily y yo nos fuimos cada una a nuestra habitación y los demás siguieron hablando toda la noche.
A las ocho menos diez, Derek y yo nos empezamos a preparar para ir al instituto. Con la velocidad vampírica tardaríamos en llegar muy poco tiempo. En la entrada estaba Izan, esperándome con su habitual sonrisa. Me esforcé por mantener la calma y aparentar que todo estaba como siempre.
-¡Ey! Tan puntual como siempre, ¿no? –me saludó.
-Hola. –sonreí, mientras entraba en el pasillo con él al lado-. Ayer no te pregunté como fue la caza.
-Pues resulta que escapó por poco. Se tiró al mar y le perdimos –me dijo.
-¿Perdimos? –le pregunté-. ¿Con quién ibas?
-Vince, un amigo. ¿Te lo presento?

-No, gracias. –dije con un tono neutro.
Si me presentara a Vince, él se daría cuenta enseguida de que yo era una vampira “primeriza”.
-Bueno, entonces te sigo contando. Después de un rato encontramos un rastro y lo seguimos hacia un bosque, pero una especie de barrera no nos dejo seguir.-prosiguió.
-¿Y cuanto tardaréis en romperla?-pregunté ansiosamente.
-Pues... de momento no tenemos mucho tiempo libre y nos falta material, así que supongo que nos llevara unos tres o cuatro meses.
Sentí un gran alivio. En todo ese tiempo podríamos hacer un plan o pensar algo. El timbre nos interrumpió.
-Bueno, hay que ir a clase. Luego seguimos hablando, ¿no?
-Claro, luego.-le dije, pensativa.
Me llegaron las voces de la gente, cómo no, cotilleando.
-¿Cómo demonios ha conseguido Steele hacerse amigo de Vanessa Alden?-preguntó un chico.
-Esa rara no dejaba que nadie se acercara a ella y se pasaba el día sola y embobada. Llega el nuevo y lo cambia todo.-comentó una chica.
-Sí. Yo creo que se conocerían de algo o sino diría que Alden se ha enamorado-siguió otra.
-¿Vanessa Alden enamorarse? Suena extraño, ella siempre tan fría con los chicos y se pasa ahora todo el día con Steele.-decía otro chico.
«Estúpidos, creen saberlo todo.»
~
Una vez terminadas las clases salí hacia el parque, me senté a esperar a Izan. Tres chicos se acercaron. Tenían pinta de chicos problemáticos y la miraban fijamente con sonrisitas.
-Ey guapa, ¿qué haces aquí tan sola?-se mofó uno rubio.
-Te haremos compañía. Vente con nosotros.-le dijo el moreno mientras le agarraba del brazo.
-No me toques.-le espeté con dureza.
-Venga ya no seas así-dijo el castaño.
-Suéltame o te arrepentirás.-le advertí.
-Anda, nena. Diviértete un rato.-me dijeron el rubio y el castaño.
Me puse en pie y con mi velocidad llegué detrás del moreno en menos de un segundo. Me acerqué y le puse mis manos en los hombros. Le susurré al oído:
-Te dije que te arrepentirías.-él se dio la vuelta riéndose y un poco sorprendido de mi velocidad.
Le tiré hacia un lado del cuello bruscamente y él gritó de dolor. Los otros me miraron asustados. Lo tiré al suelo y me di la vuelta con una ancha sonrisa.
-Espero que os sirva de ejemplo a los demás.-mi voz sonó hipnótica a la par que amenazadora.
Los chicos, con los ojos como platos y asustados recogieron al moreno; que todavía se retorcía con las manos en el cuello, y se lo llevaron. Una voz me sorprendió, detrás de mí:
-Vaya, vaya. Si estás hecha toda una guerrera.-era Izan, con su sonrisa característica.
De nuevo no le había oído llegar y eso me contrariaba. Su barrera era muy fuerte.
-Sí, es que tengo que saber defensa propia. Ya sabes lo que pasa con gente como esta.-le dije.
-Supongo.
Los dos echamos a andar y nos dirigimos hacia el bosque, que estaba repleto de pinos, abetos y cantidad de plantas. Con las frondosas copas de los árboles el bosque estaba un tanto oscuro, podría suponer una dificultad para la visión de Izan, pero no para la mía.
Nos sentamos a la sombra de un gran pino, en la mullida hierba. Izan se volvió hacia mí.
-Vanessa.-dijo.
-¿Sí?
-¿Me permitirías probar una cosa?-preguntó mirándome, con su sonrisa.
-Eh... bueno... vale.-tartamudeé.
Él se acercó a mi cada vez más, sin dejar de mirar mis ojos. Yo enrojecí rápidamente, él se acercó hasta quedar a unos centímetros de mi rostro y finalmente, se echó hacia atrás bruscamente, me sobresalté de la rapidez de su brusco movimiento y me sonrojé aún más. Creía que me besaría...
-Bien, gracias.-dijo él.
Me quedé callada, arrancando trocitos de césped con aspecto huraño. Izan soltó unas risitas.
-¿Qué?-le dije.
-Te has sentado en el barro.-puntualizó con su sonrisa.
-¡Ay no! ¿Por qué no me lo has dicho antes idiota?-exclamé.
-Es que esperaba que te dieras cuenta, pero por lo visto no.-le entró la risa.
-Ah, ¿te parece gracioso? ¡Pues ahora verás!-le agarré por sorpresa y le tiré al barro. Él se rió y me persiguió, los dos nos caímos de bruces a un lago de agua fangosa; empapándonos de agua y barro.
-Bueno, ya parece que no hay nada que hacer-comentó Izan-, así que divirtámonos, ¿no?
-¡Claro!-respondí, y me lancé para hundirle en el barro, pero él me agarró y nos hundimos los dos.
De repente, me invadió esa sensación extraña… era el día…
« ¡Oh, no! Ha llegado uno de esos días, debo alejarme de Izan o le haré daño… »
-Izan… debo irme ya...-le dije con torpeza.
-Ah, claro. Tus padres ¿no?-aventuró él.
-Sí... mis padres...-mentí, me miraba a los ojos y me encogí.
Me levanté rápidamente y me alejé de Izan. Noté su mirada clavada en mí. Corrí por el bosque y detecté por el olor y el ruido a un humano. Era un fornido leñador, que cortaba con el hacha.
Me acerqué entre de la maleza y atraje su mirada. Él me siguió por el bosque y me detuve.
-Vaya, vaya. Jovencita, ¿qué haces sola en este bosque? Podría ser peligroso.-dijo con una sonrisita.
Le miré fríamente. Era ridículo, ¿una vampira que tenía miedo de un bosque? Bah.
-¿Cómo te llamas?-me agarró de la muñeca.
-Eso no te va a hacer falta saberlo y suéltame.-le mire fijamente-. Lo siento.
El hombre abrió la boca para formular una pregunta pero ya era tarde, la sed se apoderó de mí y me lancé a su cuello. Noté como el dulce sabor a sangre llenaba mis labios y la quemazón en mi garganta fue remitiendo. La sed se iba calmando a medida que bebía la sangre. El hombre cayó de rodillas y se desplomó. Sabía que esto había sido arriesgado, estaba muy cerca del pueblo pero no hubiera resistido más tiempo aguantando la sed abrumadora. No advertí una mirada entre las hojas.
«Tengo que esconder el cuerpo.»
Mi objetivo: un lago de aguas verdosas que se encontraba en el centro de un círculo de montañas.Corrí y llegué en menos de 5 minutos. Me zambullí en las aguas y escondí el cadáver en un agujero al fondo del lago, lo cubrí de arena y puse encima una pesada y enorme piedra. Así estaría bien.
Salí a secarme en un saliente de roca, y me di cuenta de que era una larga pasarela de piedra; suspendida sobre las verdosas aguas, que acababa bruscamente en el centro del lago.
« ¿Para qué es esto? ¿Qué pinta aquí una pasarela de piedra?-pensé mientras palpaba la lisa y fría roca-. Además, ¿cómo es que no se ha derrumbado? Esto debe de pesar bastante...»
Miré la piedra que formaba la pasarela, era muy extraña. Nunca había visto ninguna parecida, parecía tener brillo propio, y de ella provenía… ¿aire frío?
«Imposible. ¿Cómo va a salir aire frío de las piedras?»
No le di más importancia, me dije a mí misma que serían imaginaciones mías, simplemente era la brisa fría propia de los lagos sin árboles alrededor. Aun así esa explicación siguió sin convencerme…
Sentí una mirada clavada en mi nuca y me di la vuelta rápida y bruscamente. Ella...


© Copyright  2010  Laurii. Todos los derechos reservados